20 de julio de 2006

Estación del Norte (Príncipe Pío)




La antigua Estación del Norte se encuentra en el Paseo de la Florida nº 2, c/v Paseo de San Vicente y c/v Paseo del Rey, 1. Está situada sobre parte de los terrenos de la antigua posesión del Príncipe Pío, de ahí que también se la conozca con este nombre. Su denominación como Estación del Norte se debe a que fue construida por la Compañía de los Ferrocarriles del Norte –de capital francés-, como cabecera de una línea férrea que enlazara Madrid con la frontera francesa a través de Castilla León, Asturias, Cantabria y el País Vasco.

La construcción de la estación de Príncipe Pío se prolongó a lo largo de cinco décadas (1877-1933), debido a las dificultades económicas de la Compañía de Ferrocarriles del Norte, empresa encargada de la construcción y explotación de las líneas ferroviarias que discurrían hacia el norte de España.

El emplazamiento de la estación fue, en su momento, objeto de un largo debate por la necesidad de conectar las líneas de ferrocarril procedentes del norte de España con la estación de Atocha, concebida como estación central de Madrid. La solución de construir la estación en el margen izquierdo del río Manzanares obligó a que la línea férrea salvase el río por un puente. Las obras, que comenzaron en 1859, consistieron en un primer momento en un sencillo embarcadero y un puente que permitiera salvar a las vías el río Manzanares en su discurrir hacia Aravaca y Pozuelo. Todo ello fue realizado por ingenieros galos, de ahí, que a partir de ese momento el mencionado puente empezara a ser conocido por el apelativo “de los franceses”.

Hasta alcanzar su configuración actual Príncipe Pío, proyectada inicialmente como estación de paso y no de cabecera, experimentó diversas modificaciones. Su andadura se inicia en 1861 con la construcción de un edificio provisional destinado al servicio de viajeros, pero la aprobación del proyecto definitivo no tuvo lugar hasta 1877. Un esquema de ordenación muy frecuente en las estaciones de ferrocarril que será el tráfico de salida y de llegada de pasajeros en distintos edificios, es la nota más destacada del proyecto inicial. Entre ambos edificios se situarían cinco vías, dos de ellas destinadas a la salida y llegada de trenes y las tres restantes para la formación y apartado de coches.

Esta primitiva estación, operativa ya desde junio de 1861, pronto quedó pequeña para el cada vez más numeroso tránsito de viajeros y mercancías, por lo que en 1876 se aprobó un proyecto de los ingenieros franceses Biarez, Grasset y Ouliac, para la construcción del edificio actual. Cuando en julio de 1882 se puso en marcha la estación sólo se había edificado el pabellón de salidas, al que se accedía por el Paseo de la Florida. El incremento del tráfico, así como la pervivencia de una antigua construcción imposibilitó que se realizara el proyecto definitivo. Del diseño inicial de los edificios paralelos situados a ambos lados de las vías se pasó a un esquema en forma de L.

Las obras comenzaron en 1881, realizándose en un primer momento la gran nave de 150 metros de longitud con un ancho de 40 metros para establecer la estructura de hierro y cristal. En cuanto a la cubierta, de cuchillos atirantados, fue realizada por el ingeniero Mercier -también francés-, combinando los sistemas Poleçeau y De Dion. Fue inaugurada el 8 de julio de 1882. Posteriormente, el edificio ha sufrido varias modificaciones y ampliaciones. Entre 1902 y 1906 se prolongó la cubierta mediante dos naves. En 1926 se acomete la ampliación de la estación mediante la construcción de un edificio de cabecera, con fachada a la Cuesta de San Vicente, que se destina a la salida de viajeros. Se establecen dos patios, uno para los viajeros que parten y otros para los que llegan. El nuevo edificio, ejecutado entre 1926 y 1933, se conecta con el ya existente del Paseo de la Florida, que cambia su función inicial por las llegadas. La ampliación presenta un cuerpo central que alberga el gran vestíbulo de viajeros y está flanqueada por dos torreones, rematados por sendas cúpulas.

El gusto por un cierto historicismo eclecticista en el que se tratan de conjugar las formas arquitectónicas tradicionales y los avances de la ingeniería son desde el punto de vista artístico las notas más destacadas del conjunto de edificios históricos que conforman la estación de Príncipe Pío.

Pero quizá la reforma más importante ha sido la realizada entre 1995 y 1999, con la intención de sacarle mayor provecho a las infraestructuras de la antigua estación. Así, en la actualidad, es uno de los intercambiadores de transportes más importantes de la ciudad, confluyendo en él tres líneas de Metro (línea Circular o 6, 10 y Ramal Opera – Príncipe Pío), además de ser uno de los puntos neurálgicos de la red de Cercanías de RENFE.

Actualmente esta emblemática estación se ha convertido en un macro centro de ocio y cultura, conformado por recintos comerciales, restaurantes y pubs, además de nueve salas de cine ubicadas en un edificio de nueva construcción contiguo a la estación.

Fuente:www.madridhistorico.com y www.lineasdeltren.com


14 de julio de 2006

San Francisco el Grande




Situada en el número 11 de la Plaza de San Francisco se encuentra la iglesia del antiguo convento de Jesús y María, más conocido con el nombre de San Francisco el Grande. Según la tradición, el convento -de religiosos franciscanos observantes- fue fundado por el propio San Francisco de Asís en el año 1217 sobre una ermita anterior dedicada a Santa María.

Tras el establecimiento de la Corte en 1561, San Francisco el Grande se convirtió en uno de los edificios religiosos más importantes del Madrid del Antiguo Régimen; en él se situó la sede de la Obra Pía de Jerusalem, y además estuvo estrechamente vinculado a la Casa Real, ya que en él solían celebrarse numerosas ceremonias reales.

En 1808, durante la Guerra de Independencia, parte de las tropas de Murat se acuartelaron en el convento y desalojando a los frailes. En un primer momento, José I pensó en destinar el edificio a Salón de Cortes, aunque al final, por Decreto de 3 de marzo de 1812 acabó convirtiéndose en hospital.

Tras la guerra los franciscanos retornaron al convento y residieron en él hasta la desamortización de Mendizábal en 1836, año en que fueron expulsados y su iglesia cerrada al culto. En este contexto, el edificio pasó a manos del Patrimonio Real y en 1837 se intentó convertir en Panteón Nacional. Al año siguiente se destino a cuartel de infantería y su iglesia se volvió a abrir al culto, en donde siguió estando la Junta Protectora de la Obra Pía de Jerusalén, que pasó a depender del Estado.

En 1869, el Gobierno Provisional volvió a retomar la idea de convertir el templo en un Panteón Nacional y a él se trasladaron los restos de insignes personajes de la historia de España como los de Alonso de Ercilla, Garcilaso de la Vega, el Gran Capitán, Quevedo, Ventura Rodríguez, o los del Almirante Gravina entre otros. No obstante, en 1874 se abandonó la idea del panteón, y poco a poco los restos fueron volviendo a sus antiguos emplazamientos

La Iglesia continuó perteneciendo al Patrimonio Real hasta 1926, año en que Alfonso XIII la devolvió a los franciscanos. Tras una nueva consagración el 8 de noviembre de 1962 el templo cambió la advocación a Nuestra Señora de los Ángeles, convirtiéndose en Basílica menor.

En cuanto al edificio, a lo largo de su historia ha sufrido numerosas restauraciones y modificaciones. En 1760 los frailes decidieron agrandar el templo, por lo que se procedió al derribo del anterior. El proyecto de la nueva iglesia fue encargado a Ventura Rodríguez en 1761, auque fue deshechado al decidirse los frailes por otro de Fray Francisco Cabezas y redactado por José de Hermosilla. El nuevo proyecto consistía en la construcción de un gran templo circular rodeado de siete capillas y cubierto por una gran cúpula de 33 metros de diámetro. A Cabezas, le siguieron en la dirección de la obra Antonio Plo y Francisco Sabatini en 1776, quien culminó la realización del proyecto.

En 1878, a expensas de Cánovas del Castillo, el templo fue objeto de una profunda renovación volviéndose a abrir al público el 24 de enero de 1889. Destaca la rotonda, circundada por las estatuas marmóreas de los doce Apóstoles, debidas a los escultores Martín, Vallmitjana, Samsó, Bellver, Suñol, Gandarias, Benlliure y Moltó. Pero la principal aportación artística de la reforma fueron las pinturas realizadas por los más insignes artistas españoles de la época como Casto Plasencia, Casado del Alisal, Martínez Cubells, Domínguez, Bayeu, Jover y Ferrant. Además, el templo fue enriquecido con suntuosas sillerías procedentes de conventos desamortizados; destaca la magnífica sillería coral procedente del antiguo convento de Santa María del Parral de Segovia (situada en la capilla mayor), así como la sillería de la Sala Capitular del Monasterio del Paular.

Posteriormente, el templo ha vuelto a ser restaurado en varias ocasiones permaneciendo cerrado durante varias décadas.

Actualmente San Francisco está abierto al público desde noviembre de 2001, fecha en que se acabó la última restauración.

6 de julio de 2006

La Gran Vía de Madrid



La apertura de la Gran Vía fue la operación de cirugía urbana y de renovación del casco antiguo más importante que se había realizado en España hasta ese momento.

El proyecto de una gran avenida que atravesara el casco antiguo data de mediados del siglo XIX, justo cuando Haussmann estaba realizando lo propio en París. En 1862 un primer proyecto apuntaba la posibilidad de unir la Puerta del Sol con la estación del Norte mediante la creación de una gran avenida interior. A éste le siguió el concebido por Carlos Velasco como un pasillo de notables proporciones que conectaba los barrios de Salamanca y Argüelles por el interior del casco (1886). Los costosos trámites y procesos de expropiación que requería tamaña obra desaconsejaron su realización. Pese a estos fracasos, la idea de que Madrid tuviera una gran avenida interior quedó fijada en la imaginación de los madrileños, e incluso fue recogida por el teatro popular en la zarzuela “La Gran Vía”, estrenada en el Teatro Felipe el 2 de enero de 1886, con letra de Felipe Pérez y música del maestro Chueca.

Con la aprobación de la Ley para la Construcción de Grandes Vías de 1904, que facilitó enormemente las expropiaciones, el ayuntamiento apoyó decididamente la apertura de la Gran Vía. El proyecto aprobado fue realizado por los arquitectos municipales José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio. Se trataba de abrir un nuevo eje urbano para unir la calle de Alcalá y la antigua plaza de San Marcial, a costa de desfigurar la red viaria y el caserío existente que se interponía en su recorrido. Este nuevo eje se dividió en tres tramos; el primero desde la calle Alcalá hasta la Red de San Luis, en paralelo a la calle del Caballero de Gracia; el segundo seguía aproximadamente la calle de Jacometrezo hasta la plaza del Callao; y el tercero, venía a prolongar la calle de Preciados hasta la plaza de San Marcial –hoy plaza de España-.

Las obras comenzaron en 1910 con los primeros derribos de edificios que había junto a la calle Alcalá. El primer tramo, entonces llamado avenida del Conde de Peñalver (en honor del alcalde que había emprendido su apertura) se concluyó en 1918 y los nuevos edificios que se levantaron venían a enfatizar la modernización de la ciudad, de sus gentes y de sus actividades económicas (Círculo Mercantil e Industrial, Hotel Roma, Casino Militar, la Unión y el Fénix, edificios Grassy y Gran Peña).

El segundo tramo, que originariamente tenía el nombre de avenida de Pi y Margall, fue construido entre 1922 y 1924, y el tercero, llamado Eduardo Dato, fue construido entre 1926 y 1931.

La Gran Vía se concibió como una zona de ocio y de negocio, como la puerta de entrada a un Madrid cosmopolita, donde abundaban cines, teatros, hoteles, restaurantes, salas de fiestas, y todo ello con un toque muy a lo Broadway. Hemingway decía que la Gran Vía era una mezcla entre Broadway y la Quinta Avenida.

El segundo tramo, la avenida de Pi y Margall se convirtió en el mejor escaparate de los locos años 20 madrileños. Estados Unidos estuvo siempre como modelo de estos nuevos establecimientos; empezaron a aparecer numerosos bares americanos que se distinguieron por las novedades etílicas –como por ejemplo los cócteles perfeccionados por Perico Chicote- y las musicales caracterizadas por el Jazz, fox-trot, y más adelante el charlestón.

En cuanto a los bares americanos, causaron una gran conmoción en la tradicional cultura del organillo. El ensayo «La Gran Vía» de José Gutiérrez Solana (1923) definía estos bares como extraños lugares en donde era necesario encaramarse como un mono sentado en un alto taburete para llegar al mostrador, y en donde solía haber un idiota vestido de smoking fumando en pipa. El primero en establecerse fue el Pidoux American Bar (avenida Conde de Peñalver, 7), al que le siguieron establecimientos como Miami, Zahara (a mitad de camino entre restaurante y moderna cafetería), y más tarde el Bar Automático, prototipo de establecimiento neoyorquino de comida rápida.

Otros establecimientos interesantes y asombrosos para las gentes que llegaban a la ciudad eran, por ejemplo, los grandes almacenes como los Madrid-París (más tarde SEPU y ahora H&M), tiendas de viajes que ofrecían destinos a países exóticos como Viajes Carco (situado en la planta baja de los almacenes antes mencionados), la tienda de discos Rekord en donde se vendían las novedades discográficas llegadas de Estados Unidos; grandes hoteles como el Roma, el Avenida, o el Florida, rascacielos como el edificio de la Telefónica (construido por el arquitecto Ignacio Cárdenas) o salas de espectáculos como Casa Blanca que aunque estrictamente no estaba en la Gran Vía (estaba en la plaza del Rey) fue el primer edificio madrileño que utilizó el innovador neón. Este nightclub de tintes neoyorquinos fue construido por el arquitecto Gutiérrez Soto (quien también construyó Chicote) y contaba en su interior con dos escenarios giratorios. Indudablemente estos bares y salas de espectáculos estaban inspirados en las comedias musicales norteamericanas que se veían en los cines. Precisamente entre 1920 y 1930 se empiezan a construir los grandes cines de la Gran Vía: el Rialto, el Actualidades, el Callao, el Avenida, el Palacio de la Música, y sobre todo el Palacio de la Prensa y el Capitol, dos edificios multifuncionales que aparte de cines, mezclaban oficinas, comercios, restaurantes y bares. El cine Capitol está situado en el magnífico edificio Carrión construido por los arquitectos Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced y Eced.